Día Vicentino de ayuno y oración
Martes 15 de marzo de 2016
Los Vicentinos curan heridos – Dejemos que el amor reine – Siempre obras de misericordia – Hijo Vicentino de Dios
Los Vicentinos curan heridos – Todos estamos llamados a curarnos y purificarnos los unos a los otros. Las personas que visitamos están sufriendo y en mi ciudad (Calgary, Canadá) cada vez vemos más gente sufriendo. Sufren porque se han dado una caída, porque no tienen trabajo, porque no tienen ingreso. Finalmente nos llaman para pedir ayuda. Esto suele ser lo más difícil que han hecho en su vida. Entonces los visitamos y vemos que viven en una casa lujosa que no pueden ni pagar ni vender. A veces lo miramos con los ojos de juzgado; en vez de con ojo de sanación. Nosotros no podemos ponernos en sus pies, ni saber cómo se sienten. Lo único que sabemos es que están sufriendo y nuestro trabajo es hacerlos sentir seguros. Estamos llamados a ser gente de misericordia y nuestros rostros, conversaciones y servicio deben demostrarlo. Sonreímos y somos amables con todos los necesitados, pero pienso que debemos ser aun más fuertes en la situación actual. Las personas que estamos ayudando ahorita nos han hecho grandes donaciones en el pasado, así que en vez de pensar “¿Por qué no se preparo para esto?”, su jornada con ellos es una jornada de sanación. Los ayudamos a través de su dolor. Oramos y somos blandos de corazón con ellos. Cristo nos ha llamado para ver más allá de nuestro enjuiciamiento y sanar a los demás de cualquier manera. Pero no lo hacemos solos. Tenemos a la Santísima Trinidad y a través de ella, colaboramos con otros para sanar a los que sufren.
Dejemos que el amor reine– Conocemos la diferencia entre lo bueno y lo malo, entre amor y odio. La Oración del Señor puede revelar el poder del amor divino. A través de la oración y las sagradas escrituras, nuestro corazón se abrirá al perdón y al amor. A veces parece tan fácil decir que el amor salvara el mundo, pero cuando vemos lo mucho que Dios y Jesús nos aman, entendemos que debemos seguir tratando. Nadie nos está pidiendo que muramos en una cruz o sacrifiquemos a nuestro hijo. Solo necesitamos dejar que el amor reine en esos tiempos difíciles. Debemos compartir nuestro amor muy especialmente con los refugiados. ¡Qué afortunados somos de poderlos servir en momento s difíciles! El amor de Dios fluye en nosotros y debemos dejar que fluya a los demás. Esto implica a nuestro s compañeros de trabajo. Aun siendo estamos enojados, debemos dejar que reine el amor. Todos nos enojamos a veces, Jesús también lo hizo, pero nunca dejo de amar. Nuestro mayor regalo es perdonar a los demás en el amor. A veces no es fácil y necesitamos ayuda de Dios. Cuando perdonamos y convertimos odio en amos, empezamos a dejar que el amor reine.
Siempre obras de misericordia – Que nuestras obras de misericordia nunca se un acto rutinario vacio. Salude a cada amigo con el rostro de Jesús y tómese un tiempo para conocer su historia. Debemos hacer que el amor y la misericordia regulen nuestro servicio a los demás. Ore esperanzadamente y no se preocupe. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchar sus plegarias. – (San Pio de Pietrelcina (1887-1968), sacerdote capuchino.) Oramos antes y durante las visitas para pedirle al Señor que nos libere de las palabras y acciones, que aunque entregadas con buenas intenciones, nos alejan de la verdadera caridad del amor y la misericordia. Es una bendición perder nuestros rituales, pues se convierten en mundanos y en un guion. Nosotros en cambio, queremos ser frescos. Cada personas que ayudamos nos necesita para volver a ser si mismo otro vez. Nosotros servimos al Cristo roto y nuestro amor y misericordia es más necesaria que nuestras lecturas. Necesitamos trabajar con ellos no convertirlos a ellos en nosotros. Nuestro llamado es a curar las heridas de Cristo en los pobres y darles el respeto que se merecen. Ellos son Cristo en nuestro medio. Cada gesto, palabra y postura debe reflejarnos cuidando del rebano de Jesús. Este es el llamado a de la misericordia que estamos llamados a atender. YO también pienso que debemos examinar nuestros motivos y quizá ayunar antes de las visitas para estar puros de corazón y listos para servir bien a Cristo, en amor y misericordia. Esto es lo que hacemos y lo hacemos bien.
Hijo Vicentino de Dios – Conocemos y sentimos el amor de Dios. Somos Sus hijos adoptivos, completamente amados, como el ama a Su hijo, Jesús. Nunca hemos tenido tanto amor. EL entrego a Su hijo para que muriera por nuestros pecados. El nos llama a todos. Jesús nos llama en nombre de Su padre a ser Sus discípulos y servir a los pobres. Sin embargo, en su llamado no solo nos llama a servir a los físicamente pobres, sino a los espiritualmente pobres. Enfrentamos muchos retos cuando le damos la bienvenida al extraño. Usted escucha gente quejando porque se están trayendo refugiados, incluso gente poderosa se queja. Cada refugiado con el que yo he tenido contacto quiere ser un buen ciudadano y contribuir con el país. Claro que ellos anhelan su tierra, pero de verdad aprecian su nueva tierra y nuestra bienvenida sincera. A veces me siento apenada porque tratan de regalarme algo. Generalmente, lo acepto porque no los quiero insultar. Yo tengo algunos amistades que critican el trajo que yo hago con los inmigrantes y refugiados. Ellos me dicen que yo estoy equivocada y solo debo ayudar a nuestra propia gente. Generalmente, mi respuesta es, yo sirvo a los hijos de Dios, porque es a l a quien yo pertenezco. A veces es difícil, pero cundo uno sabe que es lo correcto, uno sigue adelante. Mi oración silente es que todos somos hijos de Dios e igualmente amados. Sepa, hijo de Dios, que usted está cumpliendo Su voluntad. Sirviendo amorosamente con Su amor.
Bendiciones,
Lynn
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