Ez 47, 1-9. 12 | Sal 45 | Jn 5, 1-16.
No tengo a nadie que vea por mí
La Palabra de Dios nos muestra que Dios no quiere vernos postrados, ni por la enfermedad ni por la cerrazón de nuestros juicios.
El profeta Ezequiel nos describe un templo construido misteriosamente y en el cual todo está dispuesto de tal manera que sea expresión completa de la presencia de Dios que da vida, sana y renueva a todo ser viviente y de todo a todo.
El evangelio, por su parte, nos presenta a Jesús en Jerusalén en una piscina de aguas curativas, y a distintos tipos de enfermos esperando su turno para ser sanados, pero mirando tan sólo por sí mismos. Hay un personaje que lleva 38 años en el lugar indicado, viendo a tantos ser curados, pero sin nadie que sea capaz de acercarse a él y lo meta en las aguas curativas. ¡Qué falta de misericordia! Jesús lo sana y cuando algunos judíos se enteran de esta curación, por haber sido realizada en sábado, quisieran anularla. ¡Qué falta de misericordia! Algunos necesitan la salud del cuerpo, pero otros requieren la salud de sus pensamientos y sentimientos.
¿Qué tipo de sanación es la que estás necesitando tú y cómo estás tratando de obtenerla?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick F. Martínez Benavides, C.M.
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