Is 1, 10. 16-20; Sal 49, 8-9. 16-17. 21 y 23; Mt 23, 1-12.
“…atan fardos pesados y se los cargan a la gente”
Esmirna es hoy la tercera mayor ciudad de Turquía. El 23 de febrero del año 156, Esmirna tenía menos habitantes. Pero bastantes de ellos se habían reunido en el estadio para pedir a gritos la muerte del obispo Policarpo. Éste había conocido a san Juan evangelista y fue maestro de san Ireneo. Es una de las mallas primeras de los testigos de tu fe y de la mía. (Abre Googol y puedes leer hoy su Carta a los Filipenses).
El procónsul romano de esos días se llamaba Estacio Quadrato. —“Declare –le mandó– que el César es el Señor”. Policarpo le contestó: —“Yo sólo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios”. —“Renuncie a su Cristo y salvará su vida”, insistió el procónsul. —“Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y El nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a Él ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo”. —“Si no adora al César y sigue adorando a Cristo, lo condenaré a las llamas”,. Y el anciano obispo respondió: “Me amenazas con un fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga”. La muchedumbre pagana empezó a gritar: “¡Éste es el jefe de los cristianos, el que prohíbe adorar a nuestros dioses. Que lo quemen!”. Y Quadrato lo condenó a la hoguera… Hoy celebramos la fiesta de san Policarpo.
Se reciclan los dioses del sistema y los Quadratos y las ideologías de la muchedumbre…
¿Alimentamos nuestra fe para que se parezca a la de san Policarpo?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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