Lev 19, 1-2. 11-18; Sal 18, 8-10.15; Mt 6, 7-15.
”Vuestro Padre sabe lo que ustedes necesitan, antes de que se lo pidan“
Jesús nos dice que ya “el Padre lo sabe”; sin embargo nos enseñó a orar, a pedirle que venga a nosotros su
Reino, a que nos dé el pan y el perdón y nos libre del mal. La oración, como la belleza, no se entrega de ordinario a quien no la busca. Requiere soledad, apertura, sensibilidad, conciencia de pobreza y entrega.“Me dicen,
Señor, que cuando creo estar hablando contigo, es todo un sueño, pues no se oye sino una sola voz, un hablante imitando que es dos… Sin embargo, viéndome vacío, a través de mis labios despiertan al lenguaje pensamientos nunca conocidos”. (C.S. Lewis en Cartas a Malcon). Jesús está vivo, no hablo con un muerto y el Padre sabe dar cosas buenas a los que se las piden.
La oración me reconstituye como un tú, como persona quesedirigealqueesmásqueunTú…“Porquenosabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros con gemidos inefables” (Rom 8, 26). Los verdaderos orantes tienen experiencia de cómo el Dios que todo lo sabe y nos ama, acoge nuestras pobres plegarias y las atiende según su amorosa misericordia. Y más que filosofar sobre la oración, Jesús nos dice: “Ora a tu Padre que está más allá, en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 6). Me fío de Jesús, él era hombre de oración, tenía experiencia…
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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