Gén 3, 9-15. 20; Sal 97; Ef 1, 3-6. 11-12; Lc 1, 26-38.
“La potencia de la Gracia es más fuerte que el mal”
Hoy celebramos la Inmaculada Concepción de María. La Iglesia Católica ha celebrado desde muy antiguo esta fiesta, en recuerdo de que María fue concebida sin pecado original.
El 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX proclamó este dogma: “Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles.”
María es Inmaculada gracias a Cristo su Hijo, puesto que Él iba a nacer de su seno. Dios la hizo inmaculada para que tuviera un vientre puro donde encarnarse. Así, María nunca se inclinó ante las concupiscencias y su grandeza demuestra que como ser humano era libre, pero nunca ofendió a Dios y así no perdió la enorme gracia que Él le otorgó.
María es un signo anticipado de esperanza. Es un anticipo del ideal humano, del proyecto que Dios había soñado para el hombre. Un modelo, por lo tanto, para cada persona humana, para cada creyente, para la Iglesia, para la humanidad. Lo que tanto soñados y deseamos es posible, en María se ha realizado ya. La Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta, que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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