Reflexiones Vicentinas al Evangelio: la Inmaculada Concepción

por | Dic 8, 2015 | Reflexiones | 0 comentarios

Inmaculada Concepción José Antolínez (1635 - 1675)

Inmaculada Concepción
José Antolínez (1635 – 1675)

«María es virgen: “Su madre siguió siendo virgen y fue siempre casta”» (SVdeP XI, 679)

El pueblo católico celebra con gozo y alegría desbordantes la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, puesto que ve en esta actuación de Dios con su Esclava, el verdadero proyecto de Salvación.

Esa humilde, sencilla y pequeña aldeana de Nazaret ha sido elegida por Dios, para realizar su plan de salvación encarnado en la historia, en la cultura, en la realidad del pueblo. En María y por su medio, Dios asume plenamente nuestra condición humana para redimirla.

El primer plan sobre la humanidad fue rechazado por Adán y Eva, porque querían ser más y saber más. Así transgredieron los propios límites. Por haber roto con Dios, se le rompió al hombre su mundo: las relaciones entre hombre y mujer ya no fueron las mismas, los hijos se volvieron fratricidas. Dios no volvió como antes, al caer de la tarde a ser compañero y amigo. De esta tragedia, sólo María queda liberada. Dios no encontró jamás una creatura tan dispuesta para hacer su querer como María, tan atenta a su voluntad, tan entregada a su proyecto, tan obediente a su palabra.

La fe popular y la tradición de la Iglesia han dado un significado mayor a este acontecimiento salvífico. Es la fe del pueblo la que declara que María ha sido “capacitada” por Dios para no consentir con el pecado.
La Declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción, data del ocho de diciembre de 1854, realizada por el Papa Pío IX, mediante la Bula “Innefabilis Deus”.

Venerar a María como “libre de todo pecado” es señalar el anticipo del futuro de la humanidad. Los seres humanos estamos llamados, por iniciativa divina, para alcanzar la perfección en la fe (madurez en la fe) como la alcanzó María.

Indudablemente, que es la gracia de Dios la que nos prepara para vivir esa experiencia. Pero es sólo el amor el que nos puede transformar en libres de pecado como María.

Celebrar la Inmaculada Concepción de María, es adentrarnos en la relación de Dios con María; y lo que sucedió con María, puede sucedernos a nosotros, si decidiéramos ser obedientes a su Palabra, dispuestos a su querer, atentos a su voluntad y entregados a su proyecto de Salvación.

Que gran oportunidad nos presenta nuestra Sociedad de San Vicente de Paúl, por medio de sus Conferencias, para cumplir con estas pequeñas cosas que, poniéndolas en práctica, nos llevarían a alcanzar esa relación que Dios ha tenido con María.

Anualmente renovamos nuestro compromiso de servicio. Imitemos a María diariamente para que nuestro compromiso no quede en un mero formulismo y mantener el número de consocios. Recordemos que por iniciativa divina, estamos llamados a trabajar en nuestra perfección personal, grupal y social, para crecer vertical y horizontalmente con justicia y caridad.

«María es inmaculada: Dios, “no encontró a ninguna tan digna de esta gran obra como la Purísima e Inmaculada Virgen María”» (SVdeP X, 43)

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