Bar 5, 1-9; Sal 125; Flp 1, 4-6. 8-11; Lc 3, 1-6.
“¡Preparen el camino del Señor!”
Estamos viviendo un tiempo hermoso: adviento. Nos invita a la conversión, a ponernos en camino. El pueblo del exilio se pone en camino. Es el camino de la vuelta a Dios. Camino arduo, con subidas y bajadas que nos obliga a escuchar y mirar bien.
Se cuenta que un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Entonces se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda roca. Algunos de los comerciantes más adinerados del rey y cortesanos vinieron y simplemente le dieron una vuelta. Muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para sacar la piedra grande del camino.
Entonces un campesino vino, y llevaba una carga de verduras. Al aproximarse a la roca, el campesino puso su carga en el piso y trató de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, lo logró. Mientras recogía su carga de vegetales, notó una cartera en el suelo, justo donde había estado la roca. La cartera contenía muchas monedas de oro y una nota del rey indicando que el oro era para la persona que removiera la piedra del camino. El campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron.
Ponerse en camino es abrirse a Dios y a los hermanos cada día. Salir de sí mismo para poder vaciarse. No está en camino quien tiene una mente cerrada, egocéntrica y no disponible.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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