Jer 33, 14-16; Sal 24; 1 Tes 3, 12–4, 2; Lc 21, 25-28. 34-36.
En el Adviento –hoy es su inicio– conjugamos el verbo venir. Jesucristo vino, Jesucristo viene, Jesucristo vendrá. Vino a nosotros en la historia real y en la cultura y geografía del pueblo judío. Se hizo uno de nosotros para que tú, yo, nosotros seamos de él. El Niño de Belén, el carpintero de Nazaret, el proclamador de la buena Noticia, el amigo de los pobres y perdidos, el entregado en el Calvario… vino por nuestra causa y por nuestro amor. Y en estos días próximos nos preparamos, gozosos, para celebrar su venida primera; en especial su navidad.
Viene cada día, toca a tu puerta por si le abres la vida de par en par. Y si, renuente, distraído o perdido, crees que no lo necesitas, que te vales solo, no te forzará. Ama tu vida y tu libertad y es el más galán de los caballeros, esperará pacientemente a tu lado hasta que le des tu consentimiento. Como la Samaritana, como Pedro, como el discípulo amado. Y cuando le abras, te pedirá colaboración y permiso para cambiar el centro de tu corazón y las ventanas de tus ojos, las puertas por donde entraba más contaminación que luz y aire, y tus manos más mendicantes que dadivosas.
Y Vendrá, al final de los tiempos, porque donde él está quiere que nosotros estemos con él.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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