San Vicente nos ha dejado, sin pensarlo, un compendio y un retrato de las perfecciones de su alma, algo así como su lema particular, en aquellas palabras que brotaron un día de la abundancia de su corazón: «Nada me agrada sino en Jesucristo» (I,78).»
El tiempo de Adviento es un tiempo propicio para alentar la Esperanza de los creyentes. Es muy significativo que el Adviento sea la apertura del calendario litúrgico, señalando así la esperanza pascual, que debe significar para todo cristiano el seguimiento a Jesús. Ahora nos preparamos para meditar y contemplar el Misterio de la Encarnación de Dios, en el corazón de la humanidad.
Las lecturas enfocan la mirada hacia un horizonte de promesa y esperanza. Jeremías contrapone la situación de dolor, sufrimiento y desesperanza experimentada en Babilonia con la restauración futura que pone de manifiesto la fidelidad de Dios, con su pueblo. Es el tiempo del cumplimiento de la promesa hecha a Israel. David es anunciado como el gestor de la justicia de Dios para su pueblo. Promesas que se prolongan a lo largo de la historia a través de la descendencia davídica, constituye por consiguiente un anuncio mesiánico.
El Salmo 24, es un cántico de súplica y confianza en Dios, se puede interpretar como una clave de esperanza en la medida en que afirma la confianza absoluta en Dios, aún en medio de las adversidades de la vida. Dios se muestra como un maestro que enseña y guía a los humildes y pecadores por el camino del amor y la fidelidad. Por su parte Pablo anima a los Tesalonicenses a mantenerse firmes en la fe, constata la fe de la comunidad como fruto de su labor evangelizadora. Los anima a mantener viva la esperanza hasta la “venida del Señor”. Esta expectativa les proporciona el valor para afrontar las dificultades y las persecuciones. Es una esperanza con sentido y con exigencia.
Finalmente, el Evangelio de Lucas, da mayor precisión sobre el sentido de la esperanza: La liberación. Pero no es una liberación fácil de alcanzar. Las tribulaciones y los conflictos y las persecuciones, que tienen que sufrir los cristianos, alcanza su significado en la liberación prometida y ofrecida por Cristo.
Hoy día, las comunidades de todo el mundo, debemos comprometernos con la justicia y la liberación de nuestros pueblos, debemos afrontar muchas dificultades provenientes de las ideologías anticristianas (el aborto, el abandono de la educación religiosa, etc.), quizás debamos enfrentar conflictos, persecuciones, acusaciones y puede que debamos llegar hasta el martirio; pero debe ser la fe, animada por la Palabra meditada, orada, contemplada y compartida, la que nos permita mantenernos firmes en nuestro compromiso de seguidores de Cristo.
Como grupo apostólico, debemos enfrentar las dificultades y conflictos de todo género. La Palabra de Jesús es una Palabra de Esperanza, para poder afrontar y resolver esas dificultades. Debemos ser voz de los sin voz. Oremos todos juntos, por los cristianos que viven su fe en medio de conflictos, para que se mantengan vivos en la fe y firmes en la esperanza.
«Tengamos miedo, hermanos míos, tengamos mucho miedo de que Dios nos quite esta cosecha que nos ofrece; pues, cuando uno no usa sus gracias debidamente, él se las pasa a otros» (SVdeP II, 277).
Fuente: http://ssvp.es
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