Rom 1, 16-25; Sal 18; Lc 11, 37-41.
“Limpian lo de fuera y dentro están llenos de maldad”
¡Qué hábiles, qué astutos y eficaces somos para aparentar el bien y adornar las fachadas con sutiles maquillajes! ¡Cuántas energías gastamos para cuidar las buenas apariencias! Observa a los demás para conocerte a ti. Mira las formas estereotipadas, las sonrisas de ensayo, las rentables ideologías, las modas políticamente correctas, los miedos recubiertos de audacias superficiales, las aduladoras sumisiones para trepar puestos o para que no te echen de la tribu, las celotipias encuadernadas en comentarios diplomáticos…
Y viene Jesús y nos pregunta: ¿Cuándo se van a quitar las máscaras? ¡Es su bien hacerlo! “Ustedes limpian lo de fuera”, cuidan las apariencias y los brillos, “pero, por dentro, están llenos de rapiñas y de maldad”; “el que hizo lo exterior, ¿no hizo también lo interior?”.
Podemos haber sido engañados por mucho tiempo, ¿No es hora de arriesgarse y desear con hambre nuestro cambio? El Papa Francisco nos dice: “Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: “Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores” ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!… (E.G., 3).
¡Señor, ya no quiero perderme en las apariencias, dame esa fe que es fuerza de salvación y de alegría!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: María Elena Quiñonez, H.C.
0 comentarios