Día de Oración y Ayuno Vicentino
Martes 31 de marzo
Año de la Vida Consagrada
El Buen Pastor -¿Por Qué Orar? – Siempre Con Cristo – Sentarse en el Jardín
Querida Familia Vicentina: Estamos ahora en la Semana Santa. Preparémonos bien para sentir la bondad que nos trae. Esta es la semana de más renovaciones en el año. Llegamos a venerar la cruz y a sentir la maravilla de Cristo resucitado, y el Aleluya y su regreso lleno de Gloria. Ustedes están en mis oraciones. Continuemos orando por los que sufren por las guerras, la ira y los desastres naturales. Amén. Aleluya
El Buen Pastor: Nuestra relación personal con Jesús cae bajo este hermoso título. La imagen de Él con el cordero para rescatarlo es nuestro llamado como Vicentinos. Estamos llamados a cuidar del rebaño. Es la voz personal de Jesús llamándonos. Su voz es la voz de nuestro pastor, y nuestro Rey. La suya es la voz que se supone debe reunir a todas las ovejas: “También tengo otras ovejas que no son de éste redil debo guiarles también y deberán oír mi voz. Debe haber un solo rebaño y un solo pastor.” Sólo hay un nombre por el cual las personas van a ser salvas – el nombre de Jesús. Él nos llama a cuidar de las ovejas que Él pone ante nosotros. Él es el buen pastor, muy atento a sus ovejas que conoce las voces distintivas de sus encargos, así como una madre reconoce las voces de sus hijos, el pastor puede reconocer el llamado de sus ovejas. Ellas saben que el pastor es la clave de su florecimiento. Escuchemos la voz de nuestras ovejas y sirvamos bien a Cristo. Sabemos que Él está entre aquellos a quienes servimos.
¿Por Qué Orar? – La gente me pregunta por qué insistir en la oración. Empecé a reflexionar y decidí que sólo insisto en mi familia, tanto en mi familia de sangre, como en mi Familia Vicentina. Lo que pasa es que sólo hay que creer para pertenecer a una familia en la que sólo tendremos éxito con la oración y es aún más importante en la familia vicentina porque necesitamos mucho apoyo. Una de las cosas más desastrosas que se puede hacer es prestar atención a la persona equivocada y tomar sus consejos. Nos dirigimos a Dios para ponernos enderezar nuestro camino. Él nos ama, nunca nos puso en mal camino y Él es tres personas en una y todos ellos nos aman más que nadie aquí en la tierra. Cuando mis hijos y nietos eran pequeños, yo solía poner mis manos sobre sus cabezas para orar. Recientemente mi nieta de 18 años de edad estaba pasando por un momento difícil y ella me pidió que pusiera mis manos sobre su cabeza. La semana anterior, ella me había pedido que no le preguntara si ella estaba orando, ya que ella creía que estaba en un buen lugar y no necesitaba oración. Nunca dejé o nunca dejaré de orar por ella. Lo mismo ocurre con aquellos que nuestro Señor pone delante de nosotros. Sigo orando por los que yo he servido, incluso los que no he visto en años. Yo ruego por ellos porque me importan y ¡creo!
Siempre con Cristo: Cristo sabía que una de las cosas más tristes con que tenemos que vivir en esta tierra es nuestra propia soledad, nuestro sentido de la expulsión y el exilio. Él sabe que cuando realmente amamos a alguien, queremos ‘devorarlo’, para convertirnos en uno con ellos, pero no se puede ‘devorar’ a otro ser humano. Por eso instituyó la Eucaristía.
Cada vez que recibimos la Eucaristía recibimos a Cristo. Cada vez que visitamos al Santísimo Sacramento, estamos con él.
Él nunca nos deja. Yo recibo la Eucaristía muy a menudo y sé que Él siempre está ahí. Estamos con él siempre.
Jesús dice: «Nadie echa vino nuevo en odres viejos. Si lo hace, el vino reventaría los cueros y tanto el vino y los cueros se perderán.» El vino nuevo es la buena nueva, es el Evangelio, es la Encarnación, es el cuerpo de Dios. Es comparado con el vino porque el vino es embriagante; es la buena nueva porque nadie lo había imaginado posible. El receptáculo para este mosto de vino está en nosotros, ya que recibimos la Eucaristía. Nos convertimos en el templo y Cristo está siempre con nosotros.
Sentarse en el Jardín: Unámonos a Jesús en el huerto durante la Semana Santa para preparar nuestros corazones. Traigamos todo al Jardín y roguemos por el perdón de nuestras faltas, siempre. Él quiere escucharnos, como una madre que puede oír el llanto de su hijo en medio de cualquier ruido. Él nos oye y nos llama a sentarnos con Él. No bloqueemos su voz. Jesús nos escucha cuando clamamos por Él. Vayamos a Él durante esta Semana Santa y reconozcamos nuestros pecados. Podemos pasar un tiempo reflexionando sobre los «siete pecados capitales«. Oímos hablar de estos y por lo general les descartamos. Ahora es una buena ocasión para orar y prepararnos para confesar. Todo está perdonado. Orgullo: practiquemos la humildad siempre y permanezcamos cerca de Dios en lo que Él nos llama a hacer. Envidia: En lugar de ser envidioso hagamos un esfuerzo para alabar la bondad de los demás. La ira: Cuando perdamos los estribos, pidamos perdón y tomemos medidas para mejorar las cosas, incluso si no tuvimos la culpa. Uno siempre se siente mejor cuando perdona. Pereza: se refiere a la pereza o apatía especialmente por desatender el llamado de Dios para servir con muchas excusas. Reemplacemos la pereza con celo y oremos a Dios para que nos revele su misión para nosotros y hagámosla bien. Avaricia: una codicia extrema de la riqueza y la codicia. Generosidad práctica, especialmente con aquellos a quienes servimos. Llevemos un regalo de algo que apreciamos. Gula: Abstengámonos de querer todo y ofrezcamos esos deseos por un bien mayor. Lujuria: oremos por las que han tenido que hacerse un aborto o están considerando un aborto. Enseñemos a nuestros hijos la castidad. Conozcamos el honor de la pureza y la santidad en nosotros mismo y en otros.
Bendiciones,
Lynn
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