“Mi casa es casa de oración”
Ap 10, 8-11; Sal 118; Lc 19, 45-48.
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús echando a los vendedores del templo mientras les decía: “Mi casa es casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”.
Esta acción de Jesús tenía como finalidad única pedir al pueblo elegido el cuto verdadero a su Padre Dios. Pero su intención no fue comprendida.
Este evangelio ha de llevarnos a reflexionar no sólo nuestra actitud y comportamiento en los templos físicos donde se reúne la comunidad, sino también sobre la dignidad de ese otro templo que es nuestro cuerpo.
Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y fuimos constituidos templos del Espíritu Santo, obras espirituales que tienen el mismo significado de santidad que el grandioso Templo de Jerusalén. Ahora bien, nos toca reflexionar si nuestro cuerpo es una morada digna, donde Dios habita y si lo respetamos y cuidamos como una morada sagrada donde Dios vive, o si los vicios y excesos nos han llevado a abusar de él una y otra vez, denigrando su dignidad y manchándolo con el pecado.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autores: Juan Francisco Cervantes y Sandra Pinedo, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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