“¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!”
Ap 5, 1-10; Sal 149; Lc 19, 41-44.
Las lecturas del Apocalipsis nos anuncian el término del año litúrgico, pero también el Evangelio nos introduce a la profecía que Jesús hace sobre Jerusalén, le anuncia destrucción y caos. Y es que el camino de la paz tan
deseada por todos no debe buscarse lejos Dios. No es la ley del más fuerte, ni la victoria sobre el enemigo, ni la subyugación la que trae la paz.
La única y verdadera paz se encuentra reconociendo a Jesús, que es quien nos muestra verdaderamente al Padre.
¿En nuestro día a día, no será que también vamos buscando la paz sin ser capaces de reconocer que Jesús ha venido y que él nos guiará para obtenerla? ¿La buscamos como si la paz fuera el resultado de nuestros méritos o como la imposición del más fuerte?
Sabemos cuáles son las consecuencias: los enemigos nos rodearán con trincheras, nos sitiarán, apretarán el cerco y arrasarán todo, y no dejarán piedra sobre piedra.
Oración: Señor, que sepamos reconocer que sólo tú puedes conducirnos a la paz de cuerpo y alma en nuestra vida personal y en nuestra vida como sociedad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autores: Juan Francisco Cervantes y Sandra Pinedo, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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