“Quien pierda su vida por mí, la salvará”
2 Jn 4-9; Sal 118; Lc 17, 26-37.
En el recorrido hacia el fin de nuestro camino, de cada uno –de nosotros y de toda la humanidad– Cristo nos exhorta a estar vigilantes, a no descuidar lo más importante de nuestra existencia, que es ganarnos la vida eterna.
Como seres humanos es muy fácil llenarnos de cosas superficiales y dejar de lado lo más importante, lo que nos acerca a Dios. Debemos aprender a relativizar los asuntos terrenos de forma que no nos impidan ver el horizonte.
Por eso Cristo nos dice que quien pretenda guardar su vida la perderá; y quien la pierda, la guardará. Nos está diciendo que quien haga de esta vida el valor fundamental está cayendo en un gran error: pierde la vida eterna. Por el contrario, quien esté dispuesto a renunciar a las comodidades de este mundo, a perder lo terreno, lo material, a resistir hasta la muerte a los enemigos de Dios y del alma, en esa lucha ganará la eterna felicidad. Pues, ¿de qué me sirve ganar el mundo entero, si pierdo mi alma?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autores: Juan Francisco Cervantes y Sandra Pinedo, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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