“¿Qué no fueron diez los curados?”
Tit 3, 1-7; Sal 22; Lc 17, 11-19.
Para los judíos la lepra representaba la mancha ocasionada por el pecado. Los 10 leprosos que salieron al encuentro de Jesús pidiendo compasión quedaron limpios mientras cumplían el mandato de Jesús de presentarse ante los sacerdotes, pero sólo uno regresó a agradecer. Jesús declara que solo el que regresó quedo “salvado” es decir, no solo fue curado físicamente sino también espiritualmente.
Y es que Jesús nos ofrece una sanación integral en nuestra vida, pues Él sabe que más que sanación física, necesitamos, sobre todo, una sanación interior y espiritual como se dio en el caso del evangelio de hoy, cuando el leproso regresó, agradeció y alabó a Dios. Era un samaritano… alguien que pertenecía a un pueblo que estaban en riña constante con los judíos.
¡Qué fe y que humildad se nos presenta en la persona del leproso curado!, y ¡qué amor y misericordia de Jesús! quien en todo momento presenta cómo ha de ser nuestra relación con Dios, mostrándonos los alcances del agradecimiento y de la oración de alabanza.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autores: Juan Francisco Cervantes y Sandra Pinedo, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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