“Sal corriendo y tráete a los pobres, a los lisiados, ciegos y cojos”
Flp 2, 5-11; Sal 21; Lc 14, 15-24.
El evangelio de hoy nos presenta el Reino de los Cielos como un gran banquete al que todos hemos sido invitados. Da tristeza reconocer que muchos de nosotros no estamos interesados en participar del él y que nuestros pretextos no han cambiado mucho de los que muestra el evangelio: la búsqueda de riquezas, el trabajo diario e incluso nuestra propia familia, se convierten en pretextos para rechazar la invitación.
Ante la respuesta negativa, el dueño de la casa ordena salir a traer a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos, no como personal de relleno sino bajo la premisa de que son éstos quienes pueden valorar el gran banquete que fue preparado, porque son pobres y sin apegos.
No obstante, el banquete aún tenía espacios sin ocupar, por lo que la orden fue más allá: “Salgan a los caminos y senderos e insístanles hasta que entren y se llene la casa”. El primer llamado al banquete fue hecho a los judíos y ya que no acogieron la Palabra, se hizo extensivo a todos nosotros, el nuevo Pueblo de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autores: Juan Francisco Cervantes y Sandra Pinedo, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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