“Amarás al Señor tu Dios. Amarás a tu prójimo”
Dt 6, 2-6; Sal 17; Heb 7, 23-28; Mc 12, 28-34.
La respuesta que Jesús le da al escriba cuando éste le pregunta sobre el mandamiento primero de todos es clara: En nuestra vida hemos de amar a Dios sobre todas las cosas; pero este amor no sólo vivido a través de un conocimiento intelectual o espiritual de Dios, sino que ha de pasar por el servicio y el amor al prójimo como si se tratase de nosotros mismos. Esto nos conduce a tener con nuestros semejantes las mismas exigencias y cuidados espirituales y materiales que tenemos con nosotros mismos.
Ante esta situación, es necesario también reflexionar que para poder amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo, antes debemos también estar dispuestos a “escuchar”, como lo hizo el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento y que Jesús confirma en el Evangelio. Así pues, la escucha de la palabra de Dios es necesaria para aprender a amarlo con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, pues el amor a Dios no es un sentimiento o una emoción sino una entrega práctica, generosa y confiada a nuestro Padre Dios.
¿Nuestro amor a Dios pasa por el amor a los hermanos?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autores: Juan Francisco Cervantes y Sandra Pinedo, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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