“Yo soy el pan vivo, bajado del cielo”
Is 25, 6-9; 1 Tes 4, 13-14. 17-18; Jn 6, 51-58.
Hoy recordamos a todos nuestros fieles difuntos, y no es casualidad que la Iglesia nos proponga, unida a esta fiesta, la celebración triunfante de todos los santos, pues conviene recordar que la muerte no es el fin último de nuestra existencia, sino el inicio del gozo triunfal y eterno al que estamos llamados.
Reflexiona en este día las palabras de Jesús: “Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre.” Esta invitación preparó a los discípulos a comprender lo que pasó en la última cena y sus efectos de fuerza y de vida verdadera en nosotros.
Todo esto, hermanos, nos invita a reflexionar que la muerte de nuestros seres queridos y la que también nosotros vamos a experimentar, será solo una transición cuyo fin dependerá de cuánto creímos en esta verdad, si creímos en Jesús y nos alimentamos de Él. Hoy celebramos la esperanza que nos dan estas palabras de Jesús respecto a nuestros difuntos, pues si ellos se alimentaron de Él, seguramente estarán viviendo junto con Él. Oremos por ellos, para que Dios tenga misericordia de las debilidades de su vida terrena.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autores: Juan Francisco Cervantes y Sandra Pinedo, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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