“Alégrense y salten de contento porque su premio será grande en los cielos”
Ap 7, 2-4. 9-14; Sal 23; 1 Jn 3, 1. 3; Mt 5, 1-12 .
Hoy celebramos la solemnidad de Todos los Santos y esta fiesta nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad, a ejemplo de todos aquellos que, dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo, tuvieron la fortaleza para superar la debilidad humana y lograron amar a Dios sobre todas las cosas.
Como fuimos creados por y para el amor, cuando correspondemos al amor de Dios experimentamos también, por acción del Santo Espíritu, la participación en esta vida de la paz, del gozo y de la alabanza que viviremos un día en plenitud en el cielo, junto con todos los santos, viviendo en continua correspondencia de amor y aclamando:
“La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén”.
Jesús nos muestra que el camino de la santidad que nos conduce al Padre es el de la práctica de las bienaventuranzas que, vividas en plenitud, nos dan la certeza de que nuestro premio será grande en los cielos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autores: Juan Francisco Cervantes y Sandra Pinedo, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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