Abrir los ojos a los ciegos que quieren ver

por | Oct 24, 2024 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús alumbra a los que viven en tinieblas y guía nuestros pasos por el camino de la paz.  Por lo tanto, busca él abrir los ojos a los ciegos.

Jesús no deja de abrir los ojos al ciego Bartimeo que grita que te grita:  «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!».  Así pues, al ciego no le es preciso quedarse al borde del camino para pedir limosna.  De hecho, al oír:  «Ánimo, levántate, que te llama», suelta él el manto, da un salto y se acerca a Jesús.

Esa es la fe de Bartimeo, la que le lleva a llamar a Jesús «Hijo de David», es decir, Mesías.  El que lo acaba de llamar es ahora lo que le vale más que nadie, más que nada.  Ya no le importa el manto que extiende él en el suelo para las limosnas que le dejan sobrevivir.  Y al abrir los ojos Jesús, al fin, a Bartimeo, este, en vez de irse tal como se le ha dicho, lo sigue por el camino.

Y él, sí, va de camino a Jerusalén.  Sube allá para sufrir, morir y resucitar.  Le faltan no más unos 28 kilómetros para llegar.  Esto quizá explique por qué no aparta él al ciego de la gente (véase Mc 7, 33).  Y por qué no se le pide a la gente que no hable de la curación (véase Mc 7, 36).

Abrir los ojos a todos

Le llega, pues, a Jesús la hora para abrir los ojos a todos.  Y para darles a conocer lo que quiere decir su camino.  Ya no hay secreto que guardar.  Pues queda más y más claro que su camino va de la pasión por la muerte a la nueva vida.  Por lo tanto, él no es un Mesías que triunfa en las guerras.  No puede ser sino el Siervo Sufriente.

Y ese camino que lleva a que el reino de Dios se instaure de modo pleno es para todos.  Así como el reino está abierto a todos.

Sí, ha de ser nuestro camino.  Y, se puede tener por cierto que no somos ciegos si, al dar el primer paso, aprendemos a tener compasión.  También queda claro que vemos mejor aún al ver nosotros a Jesús, con las luces de la fe, en los pobres (SV.ES XI:725).  Y morir con él es dar la mayor prueba de que nuestra visión no puede ser mejor.  Con este paso final de entregar el cuerpo y derramar la sangre se llega, sí, a la comunión con Jesús y con los que están al borde del camino.  Y no se sale del borde del camino sin ella.

Señor Jesús, no dejes de abrir los ojos a todos, para que todos logren pasar de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, del odio y el conflicto al amor y la paz, de la exclusión a la inclusión. 

27 Octubre 2024
30º Domingo de T.O. (B)
Jer 31, 7-9; Heb 5, 1-6; Mc 10, 46-52

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