La limosna sola, la limosna que no va acompañada de palabras y de amor, es una humillación para el que la recibe. ¿Hace falta recordar que el hombre no vive solo de pan, que el Salvador mismo no pide solo ser vestido y alimentado en la persona de los pobres, sino también visitado y consolado? ¿Tendremos que exponer todo lo que los maestros de la caridad hasta san Vicente de Paúl nos han enseñado sobre el comportamiento delicado que tiene en cuenta la susceptibilidad legítima de los pobres?
Federico Ozanam, «Des dangers de la Charité» [De los peligros de la caridad], en L’Ère Nouvelle, número del 29 de octubre de 1848.
Reflexión:
- L’Ere Nouvelle fue un periódico que tuvo un corto recorrido: apenas dos años. Lo fundaron Ozanam y un grupo de amigos, y Federico escribió en él una buena parte de su pensamiento social.
- De un pequeño artículo (titulado «De los peligros de la caridad») de apenas dos páginas, publicado en dicho periódico, entresacamos este párrafo que nos muestra la finura de espíritu y la deferencia que tenía Federico hacia el ser humano. El pobre no sólo necesita que le auxilien materialmente, sino también que le reconozcan como persona y que se le trate con dignidad y respeto, con auténtica amistad y cercanía.
- Sabemos que Federico Ozanam fue una persona ilustrada: estudió dos carreras, Derecho y Literatura, y se doctoró en ambas; hablaba varios idiomas; era un gran lector y un buen comunicador, por poner solo unos ejemplos. Pero otro ejemplo que se puede poner es que conocía los escritos de san Vicente de Paúl, al que es indudable que leyó y que cita de vez en cuando en sus numerosos artículos y cartas. Una reflexión que podemos hacer al leer este texto de Ozanam es precisamente esta: ¿conocemos realmente las palabras de nuestros fundadores? En particular san Vicente de Paúl, quien junto a santa Luisa de Marillac está en el origen de lo que hoy llamamos el carisma vicenciano, ¿hemos leído sus escritos? Sin duda, si pertenecemos a alguna rama de la Familia Vicenciana, habremos escuchado y reflexionado, no pocas veces quizás, sobre algunas de sus palabras. Pero es importante acercarse a las fuentes y, siempre que tengamos ocasión, leer sus propias vivencias y pensamiento en los textos originales. Lo mismo podríamos decir de Federico Ozanam: escribió mucho pero, salvo algunos textos citados hasta la saciedad, en general desconocemos la gran mayoría de lo que escribió. Cualquier esfuerzo que podamos hacer para redescubrir a nuestros hermanos mayores en sus textos originales nos ayudará sin duda, a entender mejor cuál es nuestro papel en el mundo y la Iglesia.
- La formación, en definitiva, para un vicenciano es una manera de saber estar y saber actuar, en orden a ser más eficaz y servir mejor.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Cómo es nuestro trato con el necesitado?
- Si alguien nos pide auxilio, ¿procuramos, además de aliviar su necesidad, conocerle y tratarle, «visitarle y consolarle», como dice Ozanam?
- ¿Es buena mi formación como vicenciano? ¿Conozco el pensamiento y los escritos de nuestros fundadores? ¿Qué podemos hacer para mejorar en este aspecto, siguiendo la máxima vicenciana de «saber más para servir mejor»?
Javier F. Chento
@javierchento
JavierChento
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