“Guárdense de toda codicia, porque, aún en la abundancia, la vida de uno no está asegurada”
Ef 2, 1-10; Sal 99; Lc 12, 15-20.
La cuestión que nos plantea hoy Jesús es ser ricos o pobres ante Dios, nuestra actitud delante de los bienes que poseemos, ¿cuál es? Es impresionante la insistencia de Jesús y los evangelios en este tema de la libertad que debemos tener frente a los bienes materiales. Todos queremos ser felices y es lo que Dios quiere también para nosotros, sin embargo, la felicidad no se puede encontrar en tener cosas materiales y el vivir consumiéndolas, ellas, más que llevarnos a la felicidad que tanto deseamos, nos deshumanizan y nos esclavizan.
La vida no depende de poseer muchas cosas, sino de nuestra capacidad de compartirlas con los demás y con generosidad. La verdadera riqueza es el amor y la confianza en la Providencia de Dios, compartido con los hermanos y más necesitados. Ese amor que viene de Dios y hace que lo compartamos y nos ayudamos entre nosotros.
Por tanto, la parábola que el Señor nos cuenta hoy es una llamada a no vivir pendientes de acumular riquezas, pensando que ese es el camino de la vida. Pidámosle al Señor la gracia de saber compartir con generosidad y desprendimiento con los más necesitados.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jaime Reyes Mendoza C.M.
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