“Quien a ustedes les escucha, a mí me escucha”
Job 38, 1. 12-21; 40, 3-5; Sal 138; Lc 10, 13-16.
Las Ciudades que se encontraban en la rivera del Lago Tiberíades, se endurecieron en su incredulidad, algo que no hubieran hecho las ciudades paganas de las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento. Son muy duras las palabras de Cristo contra estas ciudades, el duro reproche de Cristo contiene una última invitación a la conversión comunitaria y personal, porque la mera pertenencia al pueblo israelita no garantiza la entrada al Reino de Dios. Lo mismo ocurre para nosotros los bautizados, no basta con ser creyentes sin una atenta escucha a nuestro Señor, pues sería como navegar en altamar sin timón.
Estar convertido al Reino de Dios, es un reto exigente, necesitamos plantearnos un proceso verdadero de conversión, en el que haya medios concretos, que nos permitan un verdadero cambio en nuestra vida.
Señor, abre nuestros ojos para vernos a nosotros mismos, tal como somos, y abre nuestros oídos a tu llamado a la transformación por los valores del Reino.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jaime Reyes Mendoza C.M.
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