“El Hijo del Hombre va a ser entregado”
Qoh 11, 9-12,8; Sal 89, 3-4.5-6.12-13.14.17; Lc 9 ,43-45.
Jesús repite el anuncio sobre su muerte, aunque esta vez no añade las palabras sobre su resurrección. Se vuelve a llamar a sí mismo “Hijo de Hombre”, apuntando a su mesianismo final como Señor y Juez del universo. Los discípulos, por su parte, no entendían este lenguaje: les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido. Y además, les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Sí, Jesús despierta admiración, por sus gesstos milagrosos y por la profundidad de sus palabras. También a nosotros nos atrae fácilmente Jesús. Pero el Jesús servidor, el Jesús que se ciñe la toalla y lava los pies a los discípulos, el Jesús entragado a la muerte para salvar a la humanidad, eso no lo entendemos tan espontáneamente. Quisiéramos sólo el consuelo y el premio, no el sacrificio y la renuncia. Preferiríamos que no hubiera dicho aquello de que “el que me quiera seguir, tome su cruz cada día”. Pero ser seguidores de Jesús pide radicalidad. Ser colaboradores suyos en la salvación de este mundo exige entrega y sacrificio. Como tuvieron ocasión de experimentar aquellos mismos apóstoles que por ahora no entienden, pero que luego estarán dispuestos a sufrir lo que sea, para dar testimonio de Jesús. ¿Estás dispuesto a seguirlo?.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo C.M.
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