“El Hijo del hombre va a ser entregado“
Sab 2, 12.17-20; Sal 53, 3-4.5.6 y 8; Sant 3, 16-4, 3; Mc 9, 30-37.
Poco antes de abandonar Galilea y emprender el viaje a Jerusalén, Jesús anuncia por segunda vez su muerte y resurrección a los doce. El domingo pasado oíamos el primer anuncio, al que siguió la intervención, poco afortunada, de Pedro. Esta vez tampoco encuentra Jesús mucho eco en sus apóstoles: «no entendían aquello». En efecto, despues del anuncio de Jesús sobre su muerte, ellos que andaban discutiendo sobre quién sería el más importante entre ellos. Es lógico que cuando Jesús les preguntó de qué hablaban no quisieran responder, porque les daría vergüenza.
También nosotros podemos tener dificultades en entender, o en querer entender, la lección que Jesús da a los apóstoles. Si Jesús, de repente, nos preguntara: ¿de qué hablaban? ¿En qué pensaban? Tal vez sentiríamos también vergüenza de confesar cuáles son nuestras ambiciones y deseos. Nos puede pasar a todos. Lo que deseamos espontáneamente es triunfar y que los demás nos aplaudan y nos admiren. Nos gusta salir en la foto con los famosos.
¿A quién le gusta servir a todos o ser el último de todos? Es difícil la tarea, pero si tenemos nuestra mirada fija en el corazón de Jesús, lo conseguiremos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo C.M.
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