“¿A quién se parecen?”
1Cor 12, 31-13, 13; Sal 32, 2-3.4, 512.22; Lc 7, 31-35.
El episodio de los niños que invitan con su música a otros niños no se puede entender sin hacer referencia a la escena anterior que presenta Lucas pero que no se ha leído durante esta semana en la Eucaristía. Se trata del pasaje en el que Jesús alaba a Juan Bautista y se lamenta de que algunos no le aceptan. Por tanto, no acogen bien ni a Juan ni a Jesús. Uno es austero, el otro bebe con normalidad. A uno le tildan de fanático, a otro de comilón y amigo de pecadores. Aunque haya curado al criado del centurión y resucitado al hijo de la viuda de Naín, no le aceptan. La comparación de los dos grupos de niños es expresiva: ni con música alegre ni con triste consiguen unos que los otros colaboren.
Esto mismo nos puede pasar a nosotros, en nuestro actuar siempre encontraremos personas críticas que no les agrada nada de lo que hacemos. Como decía Jesús de los fariseos, ni entran ni dejan entrar. Pero también, por desgracia, podemos hacer lo mismo nosotros con los demás. Cuando no nos interesa aceptar un mensaje, sacamos excusas. Si nos invitan a hacer fiesta, está mal; y si nos sugieren hacer duelo, está peor. Que el Señor nos conceda sabiduría para bailar cuando nos ponga música alegre y para llorar cuando sea melodía triste.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo C.M.
0 comentarios