“El árbol con frutos… el edificio con cimientos”
1Cor 10, 14-22; Sal 115, 12-13.17-18; Lc 6, 43-49.
Las comparaciones que ponía Jesús, tomadas de la vida diaria, eran muy expresivas para transmitir sus enseñanzas. Hoy son dos: la del árbol que da frutos buenos y malos, y la del edificio que se apoya en roca o en tierra.
“De la abundancia del corazón habla su boca”. Cuando nuestras palabras son amargas, es que está lleno de amargura nuestro corazón. Cuando las palabras son amables, es que el corazón está lleno de bondad y eso es lo que aparece hacia afuera.
Y también, el edificio de nuestra personalidad, la fachada exterior, aparece muy llamativo y prometedor. Pero si no hemos puesto cimientos, o los hemos puesto sobre bases que no son consistentes como es la Palabra de Dios, se derrumbarán nuestra persona.
¿Cómo tenemos el corazón? ¿Es estéril, malo, lleno de orgullo? Entonces nuestras obras serán estériles y malignas. ¿Trabajamos por cultivar sentimientos de misericordia, de humildad, de paz? Entonces nuestras obras irán siendo también bondadosas y edificantes.
Dios nos conceda la gracia de caminar por la vida dando frutos de amor y servicio a los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo C.M.
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