“Amen… bendigan… oren…”
1Cor 8, 1-13; Sal 138, 1b-3.13-14ab.23-24; Lc 6, 27-38.
De manera natural, surge el deseo de tratar a los demás de la misma forma en que nos tratan: ayudar a los que nos ayudan y lastimar a los que nos lastiman. Incluso la mentalidad en nuestro mundo es: haz a los otros lo que quieres que te hagan a ti. Por el contrario, Jesús indica que la reciprocidad no es el comportamiento del Reino. Y Jesús también va más allá de la justicia, a nosotros se nos invita a hacer lo mismo.
Para explicarlo, nuestro Señor pone algunos ejemplos que llevan a ilustrar la forma como Él entiende la palabra “amor”. Para Jesús, el amor no se limita a tener sentimientos cariñosos hacia los que nos maltratan. En vez de eso, hemos de actuar sensatamente para beneficiar a la otra persona, de manera que nuestra preocupación principal sea el bienestar de ella. Nos toca amar, hacer bien y actuar generosamente porque “somos hijos del Altísimo”.
Y así, Jesús propone una clase de amor que estire el corazón para hacerlo más grande y generoso, más capaz de acoger al que es distinto. Su propuesta pone de cabeza la lógica que consideramos normal. Jesús pide el fin de estos cálculos: Hemos de hacer el bien y ¡punto!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo C.M.
0 comentarios