El Hijo del Hombre es señor del sábado”
1Cor 4, 6b-15; Sal 144, 17-18-19.20.21; Lc 6, 1-5.
Jesús apreciaba el sábado y, como buen judío, lo había incorporado a su espiritualidad. Por ejemplo, iba cada semana a la sinagoga a rezar y a escuchar la Palabra de Dios con los demás. Bien vivido, el sábado era y sigue siendo un día sacramental de auténtica gracia para los judíos. Lo que Jesús reclama en el pasaje del día de hoy es la interpretación exagerada del descanso sabático: ¿cómo puede ser contrario a la voluntad de Dios el tomar con la mano unas espigas, restregarlas y comer sus granos cuando se siente hambre. Guardar el sábado como día de culto a Dios, día de descanso en su honor, día de paz y vida de familia sí que era importante. Que no se trabajara el sábado en la siega era una cosa pero que no se pudieran tomar y comer unos granos al pasar por el campo, era una interpretación exagerada.
¿Cuántas veces perdemos la serenidad y el humor por tonterías como esas aferrándonos a pequeñeces sin importancia? Lo que está pensado para el bien de las personas y para fortalecer el espíritu, tal como la Misa dominical, lo podemos llegar a convertir en normas huecas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo C.M.
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