“¡Qué fuerza tiene la Palabra de este hombre!”
1Cor 2,10b-16; Sal 144, 8-14; Lc 4, 31-37.
En el pasaje evangélico de hoy, se relata el momento en que Jesús va a la sinagoga y sana a un endemoniado. En ese instante se resalta la autoridad de Jesús. A diferencia de los escribas, Él enseña con autoridad propia. Ciertamente que Jesús era un judío culto y conocedor por lo que los asistentes a la sinagoga habrían recibido con agrado su voz fresca y melodiosa. El corazón de los asistentes vibraba con sus palabras porque llevaban vida. Él hablaba explicando las realidades divinas que conocía. ¡Quién mejor que Él para explicar quién es Dios!
Hoy podemos proponernos a hablar de las cosas de Señor. Para lograrlo necesitamos dejar que Él se apropie de nuestro corazón de manera que las palabras que salgan de nuestros labios provengan del Espíritu y no de nuestro conocimiento. Necesitamos de un encuentro profundo y cotidiano para hablar de las cosas del Señor. Jesús es el único que puede hablar con autoridad. Nosotros somos sus intérpretes y necesitamos tener buenos oídos para escuchar bien y no tergiversar su mensaje.
En nuestras conversaciones cotidianas ¿qué tanto hablamos del mensaje de Jesús? Ojalá que cuando hablemos de Él podamos transmitir su mensaje y no quedarnos en una simple opinión personal.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo C.M.
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