“Ustedes son hijos de los asesinos de los profetas”
2Tes 3, 6-10.16-18; Sal 127, 1-2.4-5; Mt 23, 27-32.
Jesus sigue enfrentándose a los fariseos y letrados con dos nuevas o no tan nuevas acusaciones. En la primera les llama «sepulcros blanqueados», que confunden a la gente por su «buena apariencia». Se esfuerzan por parecer justos, irreprochables ante los hombres, pero su interior y lo que hay en su corazón, no se corresponde con su fachada exterior.
Ahí esta su hipocresía. Jesus les acusa también de edificar sepulcros a los profetas muertos, pero de despreciar a los que viven y hasta de planear el asesinato de Jesucristo que es el enviado del Padre. El problema no era su observancia hacia la ley, sino su formalismo legalista e hipócrita, al presentarse a sí mismos como personas perfectas poseedoras de la verdad y de la perfección.
San Agustín, cuya fiesta celebramos hoy. Vivió muchos años alejado de la única Verdad. Con su gran inteligencia la buscó donde no estaba, sin embargo, al fin la encontró, la abrazó y la trasmitió a los demás. Él decía: «La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que esta hinchado parece grande, pero no está sano. Da lo que tiene para que merezcas recibir lo que te falta» De él es también la frase «Tarde te amé hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé; curaste mi ceguera».
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Osvaldo Triana C.M.
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