“Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y tendrás un tesoro en el cielo”
Ez 24, 15-24; Dt 32,18-19.20.21; Mt 19, 16-22.
Contemplamos este día en el pasaje del Evangelio, que la figura de aquel famoso joven rico que no supo cómo responder ante la mirada amorosa de Jesús que le está indicando el camino para alcanzar la vida eterna, la plenitud de la vida que se cumplirá solamente mediante el cumplimiento de la ley de Dios haciendo de ella una norma de vida, llevándola al final, sobrepasando el límite.
Llegar al final de la perfección humana, supone ponerse en camino en el seguimiento de Jesucristo. Previamente, es necesario decirlo, se exige hacerse pobre y sentir con el pobre: sentirse necesitado, no rico, y ofrecerse, no solo ofrecer lo que se tiene, a los necesitados, sino ofrecerse a sí mismo para dar la propia vida.
«Jesús muestra que los mandamientos no deben ser entendidos como un límite mínimo que no hay que sobrepasar, sino como una senda abierta para un camino moral y espiritual de perfección, cuyo impulso interior es el amor» (San Juan Pablo II).
¿Cómo podremos entender qué significa, en el fondo, ser cristiano, si hemos perdido el hambre de Dios?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Osvaldo Triana C.M.
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