“El que me sirve, será honrado por mi Padre”
2Cor 9, 6-10; Sal 111, 1-2.5-6.7-8.9; Jn 12, 24-26.
El día de hoy, la Iglesia recuerda a san Lorenzo, diácono y mártir. Sin duda alguna un gran testimonio de vida. La memoria de este Santo nos recuerda que el seguimiento de Cristo merece dar la vida, antes que admitir frívolas interpretaciones de su camino. La fe cristiana confesada sin vergüenza, con humilde y firme convicción molesta en ciertos lugares y a ciertas personas. Un verdadero mártir es aquel que está dispuesto a vivir su fe de manera plena pese a las adversidades del mundo.
El martirio consiste pues en ser testigos, hacer de la vida una ofrenda, como nos lo dice el evangelio: «ser aquellos granos que mueren para dar mucho fruto». Entender que la vida se disfruta cuando se es generoso, cuando se da, en el momento en que se ofrece al servicio de otras vidas. El grano de trigo enterrado no muere, sino que desaparece para transformarse en espiga, vive en la espiga para terminar produciendo fruto y por tanto más vida. San Lorenzo lo entendió así, sirvió a Cristo ofreciendo su vida con la misión de atender a los demás; y la ofreció cuando se la exigieron dar de una manera definitiva.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Osvaldo Triana C.M.
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