“El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed“
Ex 16, 2-4.12-15; Sal 77, 3 y 4bc.23-24.25 y 54; Ef 4, 17.20-24; Jn 6, 24-35.
La caminata del Pueblo de Dios por el desierto rumbo a la tierra prometida, provocó la protesta contra Moisés y Aarón. El pueblo se desespera y tambalea en su fe. En respuesta Dios hizo llover pan del cielo y con ello su ley divina. Y es a este acontecimiento al que el pueblo se refiere cuando cuestionan a Jesús «Nuestros padres comieron el maná en el desierto (…) les dio de comer el pan bajado del cielo».
Es evidente como el pueblo sigue buscando a Jesús por el pan material, por el alimento perecedero que satisface su hambre. La gente que le sigue no ha comprendido que Jesús es el verdadero Pan de Vida que lleva hasta la vida eterna. «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el ultimo día» (Jn 6, 54). Comer el Pan de la Vida nos permite recibir en nosotros la misma vida de Jesús, por tanto, ir asimilando en nosotros los mismos sentimientos, los mismos valores y la misma causa de Jesús, es decir, el Reinado de Dios en nosotros y a través de nosotros manifestándose a los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Osvaldo Triana C.M.
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