”Ese es Juan el Bautista que ha resucitado de entre los muertos“

Jer 26, 11-16.24; Sal 68, 15-16.30-31.33-34; Mt 14, 1-12.

En la primera lectura escuchamos un relato sobre el profeta Jeremías, un hombre que es declarado reo de muerte por haber profetizado en contra de la ciudad, sin embargo, encontramos a un hombre que confía plenamente en Dios. Al igual que el profeta Jeremías ¿Estamos convencidos de que vale la pena dar testimonio de los valores del evangelio en medio de nuestro mundo, a pesar de las dificultades que nos puedan sobrevenir?

En el Evangelio escuchamos el relato de la muerte de Juan el Bautista, misma que ha sido decidida por la justicia y el poder de unos cuantos. A Jesús le espera el mismo destino que a Juan el Bautista. Encontramos pues en estas palabras que un profeta verdaderamente autentico no sólo es desestimado en su tierra, por su gente, como lo escuchábamos en el evangelio de ayer, sino que este rechazo lo llevará hasta la muerte.

Nosotros fuimos consagrados profetas, y por tanto con la misión de anunciar y dar testimonio de Jesucristo con nuestra vida y nuestras acciones de justicia y caridad.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Osvaldo Triana C.M.