“El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto”
Jer 3, 14-17; Jer 31, 10.11-13; Mt 13, 18-23.
Hoy nos explica el Señor el significado de la parábola del sembrador. La diferencia en la calidad de los terrenos que acogen la Palabra define los frutos producidos. Tal vez nos preguntamos preocupados: Y ¿cuál de esos terrenos seré yo? Inconscientemente nos ponemos el saco más bonito, justificando lo bueno que somos. Te invito mejor a ver cómo, a lo largo de tu vida, has cultivado los diferentes terrenos. Mírate y vuelve a leer el texto evangélico. ¿A cuál de estas áreas de terreno le has dedicado en tu vida mayor atención, cuidado y esmeros? Si, muchas veces la Palabra se la lleva el viento, no interesa; otras, apenas causa una emoción que pasa sin más, otras veces la Palabra crece raquíticamente porque la paja y los espinos de las tentaciones y pecados no la dejan desarrollar y dar frutos. Pero también otras veces la Palabra ha producido bellos frutos de compromiso serio con la Iglesia y con los necesitados.
“Tu Palabra me da vida, confío en ti Señor. Tu Palabra es eterna, en ella esperaré”. Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rosendo Martínez Flores C.M.
0 comentarios