“No he venido a sembrar paz, sino espadas”
Is 1, 10-17; Sal 49; Mt 10, 34-11, 1.
La palabra del evangelio de hoy nos suena a una contradicción, porque Jesús es el príncipe de la paz, “la paz les dejo, mi paz les doy” (Jn 14, 27). ¿Qué es, pues, lo que nos está diciendo?
Nos habla de la lucha desatada contra los Apóstoles, los discípulos y los misioneros de todos los tiempos por causa de la Palabra, que se hizo carne y habitó entre nosotros; “este niño ha sido puesto…, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones” (Lc 2, 33-34).
Nada podrá romper la cadena infinita de testigos del Evangelio aun cuando lleva consigo rupturas, sufrimientos y rechazo hasta de la propia familia.
El amor a la familia es fuerte por sus lazos afectivos, pero el amor por Jesucristo deberá ser más fuerte, “con todo tu corazón, con toda a tu alma, con todo tu entendimiento y con todas tus fuerzas” (Mc 12, 30). Para los cristianos esto es posible solo porque Él nos amó primero.
Señor, enséñame a amarte y ser fiel a tu amor. Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rosendo Martínez Flores C.M.
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