“La gente alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad”
Am 7, 10-17; Sal 18; Mt 9, 1-8.
Jesús vio la fe que tenían los que presentaban al paralítico y le otorga a éste el perdón de los pecados. Para la mentalidad judía la enfermedad era consecuencia de un pecado, la enfermedad grave sería, entonces, consecuencia de un pecado grave. En el caso del paralítico, impedido de toda autonomía para moverse libremente y admirar las obras de Dios, estaba, además, marginado y excluido de toda relación con la comunidad y rechazado por estar fuera de la salvación. Esta sería la situación del hombre presentado a Jesús. A los presentes les debió haber sonado como un atrevimiento descomunal, pues tocar a un enfermo de tal naturaleza era quedar contaminados del pecado y, por si fuera poco, todavía le dice Jesús: “Tus pecados están perdonados”.
Como consecuencia del perdón, también viene la sanación.
Señor, ayúdame a acoger con fe y confianza el sacramento del perdón que me ofrece tu Iglesia. Amen.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rosendo Martínez Flores C.M.
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