La revista mensual «Vita Pastorale» pidió a nuestra Presidenta Paola Da Ros que escribiera un artículo sobre el papel de los laicos en la Iglesia. Lo encontramos en la página 82 del número de abril de 2024:

Los laicos tienen una importante responsabilidad en la Iglesia. Sin duda, el Concilio Vaticano II desempeñó un papel esencial al poner en valor la presencia laical en el seno de grupos, movimientos y asociaciones, pero, como presidenta de la Federación Nacional Italiana de la Sociedad de San Vicente de Paúl ODV, no puedo dejar de recordar dos gestos revolucionarios que, de hecho, implicaron activamente a los laicos mucho antes de la Lumen Gentium, aprobada por el Vaticano II el 21 de noviembre de 1964. Fue en 1617 cuando san Vicente de Paúl creó la primera asociación de laicos dedicada a la Caridad. Pero la verdadera «revolución» la llevó a cabo el beato Federico Antonio Ozanam que, en 1833, fundó en París la primera Conferencia de Caridad (que poco después tomó el nombre, aún hoy vigente, de Sociedad de San Vicente de Paúl). He hablado de «revolución» porque todavía con san Vicente los grupos de laicos trabajaban bajo la dirección de monjas y religiosos, mientras que fue Federico Antonio Ozanam quien confió a los laicos la tarea de administrar y guiar la asociación que actúa tanto en el seno de las parroquias como en otras estructuras de la sociedad civil.

Los voluntarios vicentinos, hoy como hace 190 años, fieles al carisma de sus fundadores y siguiendo la invitación del Evangelio, van de dos en dos a visitar a personas y familias vulnerables, a su encuentro allí donde viven. Esta actividad, que recibe el nombre de «visita a domicilio», permite establecer una relación de confianza mutua con quienes se confían a nuestra asociación, que se traduce en un acompañamiento duradero a través de un camino de crecimiento personal destinado a sacarles de la pobreza.

Creo que salir al encuentro de los que sufren es un buen ejemplo de la Iglesia en salida que nos propone el papa Francisco. Recuerdo cuando, en febrero del año pasado, el Santo Padre se dirigió al Sínodo en el Aula Nueva. Dirigiéndose a los presidentes y referentes de las Comisiones para los Laicos de las Conferencias Episcopales, observó que los fieles laicos no son «huéspedes» en la Iglesia, sino que están «en casa», por lo que están llamados a cuidar de su propia casa. Los laicos, junto con los religiosos y religiosas, están llamados a dar testimonio cristiano en ambientes seculares: el mundo del trabajo, la cultura, la política, el arte, la comunicación social.

Mirando a mi alrededor, veo un fuerte compromiso de las personas no consagradas, no sólo en las asociaciones, sino también dentro de las parroquias, donde desempeñan tareas cada vez más implicadas y responsables. Sin embargo, persiste el sentimiento equivocado de que la figura del laico en las instituciones de la Iglesia está siempre infravalorada. En este último sínodo hemos visto cómo, por primera vez, se concedía también el derecho de voto a los miembros no religiosos. Se trata de un punto de inflexión muy importante.

Me parece que revalorizar la figura de los laicos no es tanto avanzar hacia un futuro incierto, como redescubrir un papel que ya pertenecía a los laicos en las primeras comunidades de cristianos. Una mayor implicación de los laicos, si va acompañada de un mayor sentido de la responsabilidad y de una formación adecuada, sólo puede ser una riqueza para la Iglesia. En Italia, 11.500 vicentinos acompañan cada día a 30.000 familias: más de 102.000 personas a las que nos esforzamos por devolver la esperanza y un papel en la sociedad que les haga independientes. Estoy convencida de que la misma sonrisa que vemos en sus rostros es la respuesta más eficaz a la pregunta de cuál es el papel de los laicos en la Iglesia.

Paola Da Ros
Presidenta de la Federación Nacional Italiana
Sociedad de San Vicente de Paúl ODV
Fuente: https://www.sanvincenzoitalia.it/