“Socórrenos, Dios, Salvador nuestro”
2 Re 24, 8-17; Sal 78; Mt 7 21-29.
El día de hoy es la fiesta de la Virgen del Perpetuo Socorro. Le pedimos a Dios, por mediación de María, nos ayude en nuestras necesidades. Cabe recordar que nuestra madre del cielo es mediadora. Ahora bien, pedir a Dios no nos libra de hacer lo que nos toca. Estamos llamados a vivir la vida en Dios.
Es muy común que la gente recurra al sacerdote para pedirle la misa o la oración. ¿Cuántas veces procuramos asistir a la eucaristía haciendo notar nuestro interés en Dios? Probablemente pensamos: Ya hice oración, no tengo tiempo de ir al templo por cuestiones de trabajo.
De esta manera, nuestra fe es frágil y volátil porque está cimentada en la arena. Es tan débil esa postura de pensamiento que, al primer cambio o problema, nos vamos. Por otro lado, nuestra fe puede ser tan fuerte que nos lleve a confiarnos en Dios, sabiendo que él hará su voluntad en la medida que se lo permitamos. ¿Cómo es nuestra fe? ¿De qué depende nuestro seguimiento a Dios? ¡Socórrenos! Es la exclamación de quien se sabe necesitado de Dios.
Que nuestra oración vaya acompañada de la acción y se vea reflejada en una profunda espiritualidad de la confianza, del abandono.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Alfredo Delgadillo Padilla C.M.
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