“Orar por los enemigos”
1 Re 21, 17-29; Sal 50; Mt 5, 43-48.
¡Qué difícil es dirigir la palabra a quienes nos han hecho daño! Sin duda alguna es una prueba en el seguimiento de Jesús. Con frecuencia recurrimos a los amigos para que nos ayuden, pero cuando éstos no pueden, la única persona que puede es a quien consideramos “enemigo”. Quitar el orgullo y bajar la guardia nos dolerá.
Para sanar aquellos males es necesario superar el orgullo. Dejarnos llevar por el odio no ayuda en nada; cuando uno supera el resentimiento se va notando una mejor salud. Además, la enemistad no siempre es correspondida. Incluso, el malestar de ver a las enemistades depende de los lugares. Existen personas que no se acercan a la iglesia porque van los enemigos, pero, cuando se trata de apoyos o becas, encontramos a esas personas en la misma fila y no se nota que ninguna se retire. ¿Por qué de la iglesia sí se alejan cuando en otros lugares de reunión están presentes? Es tan extraño este comportamiento, porque la iglesia es un lugar para orar por aquellos que necesitamos perdonar y que nos perdonen.
Dios nos dé un corazón humilde y capaz de perdonar.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Alfredo Delgadillo Padilla C.M.
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