«No jurarás en falso»
1 Re 19, 19-21; Sal 15; Mt 5, 33-37.
Entre los jóvenes se escucha muy a menudo la frase: “Te lo juro”. Cada vez que afirman algo, respaldan su argumento jurando. Un juramento no es algo sencillo, jurar va más allá de pedir credibilidad. Los juramentos se hacen de diferente manera: Las personas juran ante Dios que lucharán para evitar un vicio, los novios se juran amor para siempre en el matrimonio, cada sacerdote y consagrada jura ante Dios llevar a cabo su obra. Estos juramentos se hacen de manera libre y consciente.
Cada juramento tiene un carácter importante, no es un juego. Jurar en falso es un acto hipócrita, porque al jurar ponemos a Dios como testigo, es decir, lo hacemos un cómplice, alguien que solapa nuestras mediocridades. Tenemos que ser coherentes en nuestras decisiones. Decir sí cuando es sí y decir no cuando es no.
No engañemos a Dios. A él lo tenemos como la verdad única y absoluta, pero en ocasiones lo metemos en nuestras falsedades. Por eso el pecado se torna grave cuando no le damos reverencia a Dios. Cuando no tememos utilizar su nombre. Hoy los invito a no jurar ante Dios sino a pedir de Dios la firmeza en nuestras decisiones. Nosotros somos quienes necesitamos de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Alfredo Delgadillo Padilla C.M.
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