El poder de la unidad (1 Cor 12,12-13)

por | Jun 14, 2024 | Formación, Reflexiones, Thomas McKenna | 0 comentarios

El lema del gran sello de Estados Unidos es el latín «E Pluribus Unum». Se traduce: «De los Muchos, Uno». Y contiene 13 letras, una por cada uno de los estados originales que, aunque muy diferentes entre sí, decidieron intentar trabajar juntos como uno solo.

Como sabemos por la historia de Estados Unidos, ese objetivo sólo se alcanzó en cierta medida, como demuestra la Guerra Civil y, de hecho, la tensa situación actual. Pero ese objetivo, el de estar unidos como uno solo, continúa, incluso mientras luchamos por hacerlo realidad.

El ejemplo se utiliza para llamar la atención sobre lo que implica que muchos se mantengan unidos por el Uno. Quizás sea un ejemplo demasiado secular, pero llama la atención sobre una realidad (o mejor, una persona) en la que se han centrado las lecturas de este tiempo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo.

En varios lugares, los Hechos de los Apóstoles describen la reunión de grupos muy dispares, en un caso separados por lenguas diferentes. El Espíritu Santo aparece entre ellos y, de alguna manera, los une, superando incluso las barreras lingüísticas. Un caso de «De muchos, uno».

En su carta a los Corintios, Pablo ilustra el mismo tema con el ejemplo del cuerpo humano. Tiene muchas partes, pero funciona como un organismo unificado. En la Iglesia hay muchos miembros, diferentes entre sí, pero que, por medio del Espíritu Santo, se van integrando en una unidad. Hay muchos tipos de dones espirituales, continúa Pablo, pero todos ellos están enraizados y unidos por la presencia de este mismo Espíritu. Es una fuerza de unidad, una presencia que trabaja para unir cosas y personas que por sí solas se separarían.

Tanto en tiempos de Vicente como en la actualidad, continúan los esfuerzos por reconciliar a grupos opuestos. Ciertamente, esto se manifiesta en las diferentes campañas de la Familia Vicenciana para dar visibilidad a los pobres y llevarlos más al centro de la sociedad.

Tenemos fe en que estos esfuerzos por superar las divisiones están alimentados e impulsados por esta Tercera Persona. Los intentos de superar las diferencias encuentran su eficacia en la cercanía y la acción del Espíritu Santo, la fuerza de Dios para la unidad.

Como nos dice San Pablo: «Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados para formar un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu».

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