“Todo el que esté peleado con su hermano, será procesado”
1 Re 18, 41-16; Sal 64; Mt 5, 20-26.
Las discusiones familiares son muy frecuentes. Es notable observar en las reuniones de familia tratar temas que no pocas veces generan tensión. Al momento de saludarse, algunos se abrazan, otros se saludan fríamente. Muchos conflictos son por falta de comunicación, o por cuestiones de herencias. Todos repercuten en la convivencia.
Buscar culpables no ayuda en nada, se necesita buscar soluciones. Pedir y ofrecer el perdón en la familia es una acción que puede provocar alivio, sanación y mejor comunicación. No tenemos ningún derecho de culpar a nadie, pero sí tenemos el derecho de llamarlos a la conversión y a perdonar sus acciones.
Perdón no significa olvidar. Es recordar sin que lastime esa acción, tener presente el conflicto para que no vuelva a pasar y esto nos ayude a vivir como familia y a convivir como tal.
Dios perdone las faltas nuestras que lastiman a nuestros hermanos y nos dé la capacidad de mirarlos y decirles: me equivoqué. Quiero tener una mejor convivencia contigo, porque el Evangelio tiene como norma suprema el amor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Alfredo Delgadillo Padilla C.M.
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