“Ustedes son la luz del mundo y la sal de la tierra”
Hech 2, 21-26. 13, 1-3; Sal 97; Mt 5, 13-16.
Durante este año que he estado en la sierra Tarahumara, una de las experiencias más frustrantes es el tema de la electricidad. Cuando no hay luz, se genera un caos. La comunicación es un factor determinante para llevar a cabo la misión. Cuando tenemos reuniones virtuales y se nos va la luz provoca incertidumbre. La luz forma parte de nuestra vida, nos ayuda a realizar actividades.
Quizá puede ser una analogía con la luz en nuestra persona. Cuando alguien deja de brillar o tener esa chispa vital, la oscuridad o el desánimo se hacen presentes. Luego llega la rutina, nuestras acciones se vuelven tan tediosas que solo cumplimos los compromisos sin agregar nuestra esencia.
Esto puede pasarnos en la Vida Consagrada. Por eso la exhortación del Evangelio de hoy es a ser luz que ilumine y sal para añadir sabor a la propia existencia. Aportar desde nuestras luces que iluminen caminos nuevos, dar sabor a nuestras actividades para generar un ingrediente nuevo.
Que Dios ilumine nuestras mentes para llevar a cabo su obra en el mundo. Que seamos sal y demos sabor a todas las cosas que hagamos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Alfredo Delgadillo Padilla C.M.
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