Música que ‘libera’ en la cárcel: The Singing Ladies

por | Jun 7, 2024 | Noticias | 0 comentarios

Dentro de nuestros distintos campos de servicio, solemos vivir experiencias muy satisfactorias, pero acompañar a las personas privadas de libertad y trabajar con ellas es algo distinto: todo se vive más intensamente.

Para la semana de la mujer, el grupo de profesionales, Hermanas y voluntariado de la Fundación Social Hijas de la Caridad que realizamos actividades en los centros penitenciarios de Alcalá de Henares (España), decidimos compartir una actividad más normalizadora con las internas e internos. Por ello, el coro “The Singing Ladies” acudió a nuestra petición para llevar la música a la prisión. Se trata de un coro atípico, con canciones en inglés, sin partituras y formado únicamente por mujeres, que expresaban con su cuerpo aquello que cantaban. Y sí, engancharon y nos engancharon, desde el director a sus coristas. Nos hicieron partícipes del espectáculo y cantamos, bailamos y reímos gracias al lenguaje universal de la música.

Un grupo de sesenta mujeres, acompañadas por su director y técnico de sonido, estuvieron dispuestas a hacer vivir un día distinto a las mujeres y hombres privados de libertad, que respondieron de forma admirable, vibrando con la música y las canciones con las que participaban activamente.

Entre los rostros de las personas que entraban en el salón de actos del Centro Penitenciario de Alcalá de Henares se percibía expectación, curiosidad e ilusión, pero también desgana e intriga. “¿De qué es el concierto?”, se preguntaban, mientras el espacio vacío tomaba vida y las butacas se ocupaban hasta completar el aforo.

Al terminar, dos internas, visiblemente emocionadas y llorando, nos compartían: “esto nos ha hecho sentirnos más personas, nos ha llegado muy dentro”. Entre abrazos, compartíamos sentimientos y reflexiones que nos hacen iguales, de tú a tú. Comentaban que el pasado marca “porque nos recuerda cada minuto que estamos en prisión”, pero también contamos con un “hoy”; a la vez que intentábamos sembrar en ellas la esperanza de que “puede ser el comienzo de algo nuevo, una nueva primavera que pueda hacerles plenas si así lo desean y son capaces de ver más allá de las apariencias”.

Otra interna estaba emocionada, algo “le había tocado muy dentro y no sabía por qué”, sintiendo y viviendo “verdadera alegría”. Se señalaba el corazón, como si fuese en su pecho y ahí mismo, donde más lo había sentido. Algún hombre manifestó que era lo “más hermoso que había entrado en la cárcel.”

Un interno pidió permiso para dedicarles una poesía a las coristas, lo cual les dio la oportunidad de corresponder, porque el arte es mutuo y el agradecimiento inmenso.

Podríamos hablar de “terapia artística”. Aquello que llamamos arte, y la música lo es, es capaz de sostenernos y de conectar con lo más íntimo de nosotros, con eso que no sólo tenemos, sino que somos: con nuestra sensibilidad, emoción… Ahí es donde resulta más fácil encontrarnos, porque nos igualamos en lo más grande que tenemos: sabernos y sentirnos personas con dignidad; todas diferentes, pero en el fondo lo mismo; en el fondo, iguales. Se dice que cuando varias personas escuchan a la vez un mismo tipo de música, ésta es susceptible de estimular las neuronas cerebrales de la misma manera, dando lugar a una especie de sincronización que puede desembocar en una experiencia de conexión emocional a través del ritmo. Y eso fue exactamente lo que ocurrió, que la música nos ayudó a expresarnos y a conectar con nuestra propia historia, convirtiéndose en terapia y estimulándonos, despertando no sólo nuestro cerebro, sino también nuestro corazón.

Por otra parte, ya en el camino de vuelta las participantes del coro comentaban que este público es el más entregado que tienen: participan desde el primer minuto, se conmueven y emocionan mutuamente… ¡Qué tendrá la música que a todos nos toca! Y es que de alguna manera, todos necesitamos desarrollar el sentido de la estética porque nos engrandece el alma. Nos permite experimentar emociones e ideas a partir de lo que sentimos, vemos y oímos; y hace que se cree un vínculo emocional entre intérpretes y oyentes provocando reacciones y sinergias que estimulan a ambos. Y así sucedió: unas coristas entregadas en cuerpo y alma, y unas personas escuchantes, receptivas; dejándose acompasar por ellas y creando una simbiosis perfecta. Si la música favorece la felicidad porque nos ayuda a liberar dopamina, desde luego se hizo palpable.

Merece la pena y el esfuerzo seguir apostando por actividades de este tipo que puedan hacer felices por unos minutos a quienes se sienten tan marcados por la soledad, el dolor, la falta de libertad, la depresión y la culpa.

Sólo recordar que, igual que la música no discrimina, sino que iguala, la dignidad es un don, un derecho y para nosotras, además, trabajar para que otras personas la tengan y sean respetadas, se convierte cada día en una tarea.

Sor Mayte Simancas, HC
Sor Nati Palacios, HC
Gema Pérez
Hijas de la Caridad, España Centro.
Fuente: hijasdelacaridadec.org

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