“¡Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador!”
Rom 12, 9-16; Is 12; Lc 1, 39-56.
¡Qué manera tan bella de culminar este mes dedicado a la santísima Virgen María, recordando su visita a Santa Isabel! En ella nos muestra María algunas de sus virtudes: la humildad, la caridad, la generosidad y la obediencia. Desde que recibe el anuncio del Ángel, no duda en querer compartir esa dicha con su prima Isabel que, a pesar de ser estéril y de su avanzada edad, estaba esperando un hijo. ¡Que gozo el de Isabel que, con tan solo escuchar el saludo, el niño saltó de alegría, al saber que era el Salvador, junto con su Madre, quien los visitaba!
Ojalá nosotros pudiéramos aplicar en nuestro diario proceder las virtudes mostradas por María, como la humildad: Desde que sabe que será la Madre del Hijo de Dios, jamás cambia su forma de proceder, mucho menos se siente superior, todo lo contrario, se muestra generosa, caritativa y servicial. Y como la obediencia: ¿Cuántos pedimos la ayuda de Dios, pero diciéndole cómo queremos que nos ayude e imponiéndole plazos para que nos cumpla? ¿Dónde está la confianza en Nuestro Dios? ¿Por qué dejamos de pensar y confiar en que Él, como Padre amoroso, quiere lo mejor para nosotros?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza C.M.
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