Hemos visto surgir en Brasil un movimiento con un ferviente lema: «Fim ao Fóssil. Ocupa!» [«Fin a los combustibles fósiles. ¡Ocupémonos!]. No es sólo una expresión de protesta, sino una llamada a la acción, un grito contra la inercia ante la crisis medioambiental que asola nuestro planeta.
Los diversos fenómenos climáticos extremos que venimos presenciando son sólo algunos de los alarmantes síntomas del desequilibrio medioambiental al que nos enfrentamos. Ante este panorama un tanto catastrófico, urge actuar. Pero, ¿justifica el fin todos los medios?
Hemos visto surgir en Brasil un movimiento con un ferviente lema: «Fim ao Fóssil. Ocupa!» [«Fin a los combustibles fósiles. ¡Ocupémonos!]. No es sólo una expresión de protesta, sino una llamada a la acción, un grito contra la inercia ante la crisis medioambiental que asola nuestro planeta. La acción de este movimiento, mediante el lanzamiento de pintura verde a diversos políticos o la ocupación de espacios públicos o actos de renombre, ha recibido una gran cobertura mediática. A nadie dejan indiferente las reivindicaciones para acabar con los combustibles fósiles de aquí a 2030.
Todos somos conscientes de que en este tema existe una clara resistencia por parte de poderosos intereses económicos, una falta de voluntad política y una cierta apatía general. Sin embargo, los medios utilizados por este movimiento han sido ampliamente criticados, ya que se centran en destruir el patrimonio, atacar a los individuos y hacer hincapié en una ecología que descuida las distintas dimensiones de la persona. La sociedad que habita el mundo natural no puede disociarse de las cuestiones ecológicas. Como dice el papa Francisco, «las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad» (Laudato Si’ nº 139).
Sin embargo, la realidad no se limita a estas dimensiones. En este sentido, el concepto de Ecología Integral, defendido por el papa Francisco, puede ayudar mucho. La identidad de un lugar está intrínsecamente ligada a su patrimonio histórico, artístico y cultural. «Muchas formas altamente concentradas de explotación y degradación del medio ambiente no sólo pueden acabar con los recursos de subsistencia locales, sino también con capacidades sociales que han permitido un modo de vida que durante mucho tiempo ha otorgado identidad cultural y un sentido de la existencia y de la convivencia.» (LS 145). Los entornos en los que vivimos influyen en la forma en que percibimos el mundo que nos rodea. Por ello, la búsqueda de un nuevo paradigma ecológico no puede disociarse de la realidad de las personas, sus problemas, sus lugares de trabajo… Por ello, las soluciones que se presenten deben promover una perspectiva holística de transformación ecológica y no reducirse a opciones políticas y empresariales.
Al adoptar el concepto de ecología integral promovido por el papa Francisco, reconocemos la interconexión entre las cuestiones medioambientales, sociales y culturales. De este modo, podemos avanzar hacia soluciones que aborden los retos medioambientales al tiempo que promueven el bien común y la justicia intergeneracional.
Ricardo Cunha
Fuente: https://www.padresvicentinos.net/
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