Maestros que bautizan a todas las naciones

por | May 23, 2024 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

A Jesús se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Nos quiere él, pues, de los maestros que bautizan a todas las naciones en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. 

Al hablar de la Trinidad, los maestros y pensadores crisitianos usan palabras que no usa Jesús. Buscan ellos, desde luego, explicar el misterio.

Con todo, no pocos de nosotros no logramos captar qué tienen que ver con nuestra vida esas palabras. Y al centrarnos en las matemáticas, acabamos con tener solo una vaga idea de por qué la Trinidad nos importa.

Mas la Santísima Trinidad mucho nos importa de verdad. Pues ella es la Buena Nueva de paz, de la gracia de unión con Dios y con los demás, de comunión. Anuncia ella que Dios es amor.

Y como él nos ama primero, nosotros también podemos amar. Sí, Dios Padre es la fuente de amor. Pero a Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo único, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre es quien lo da a conocer.

Jesús y el Espíritu Santo, maestros que enseñan el amor del Padre. 

Así que Jesús encarna a este Dios que tanto nos ama que lo entrega. Pues quiere Dios que creamos en su Hijo, para que, en lugar de morir, tengamos vida eterna.

Y Jesús nos pide que llamemos a Dios: «Padre nuestro que estás en el cielo». Por lo tanto, Dios trasciende todas las religiones y lugares de culto. Él no es de los judíos no más o de los samaritanos, sino de todas las naciones. Tanto de los buenos como de los malos; los ama a todos ellos. Y lo propio de él es la compasión (SV.ES XI:253).

Así, pues, enseña y habla Jesús de Dios y hace el bien. Y los que lo oyen y lo ven experimentan el amor de Dios. Gustan y ven ellos la Buena Nueva que es Dios. Pues esta se manifiesta en el amor y la compasión de Jesús para con los pecadores. Y para con los que sufren.

Y esta Buena Nueva es aún más veraz y asombrosa al morir él por nosotros. Al entregar él su cuerpo y derramar su sangre por nosotros. No es de sorprender, por lo tanto, que se exclama: «¡De verdad, este hombre es Hijo de Dios!». Del amor, el amor que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

Debido a este don del Espíritu Santo conocemos y sentimos la cercanía del Padre y del Hijo. Y este Espíritu nos enseña todas las cosas, nos recuerda las palabras de Jesús. Y nos hace partícipes de la vida de la Trinidad.

Señor Jesús, concédenos reflejar por nuestra union el misterio de la Santísima Trinidad (véase SV.ES IX: 106, 107). Ayúdanos a captar que ser egoísta y excluir quiere decir muerte, mientras amar y acoger quiere decir vida. Y haz que seamos verdaderos maestros de este misterio.

26 Mayo 2024
Santísima Trinidad
Dt 4, 32-34, 30-40; Rom 8, 14-17; Mt 28, 16-20

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