“Si yo quiero que él permanezca hasta que yo venga de nuevo, ¿a ti qué? Tú, sígueme”
Hech 28, 16-20. 30-31; Sal 10; Jn 21, 20-25.
Hoy sábado estamos ya en vísperas de la celebración de Pentecostés, es decir, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Y hoy continuamos el pasaje de ayer, concluyendo el evangelio de san Juan con la conversación del Señor y el apóstol Pedro sobre la permanencia del llamado “discípulo amado”.
Inicia el diálogo cuando, una vez que ha sido confirmado Simón Pedro en la fe y en el amor al Señor, aquél se da cuenta de la presencia del discípulo amado, el que estuvo reclinado en el pecho del Señor en la última Cena y le preguntó quién lo iba entregar. El diálogo inicia con una pregunta: “Señor, y éste ¿qué?”. La respuesta de nuestro Señor es: “Si yo quiero que él permanezca hasta que yo venga de nuevo, ¿a ti qué? Tú, sígueme”.
En nuestro seguimiento en el Camino del Señor, pueden presentarse inquietudes sobre nosotros o sobre aquellos con quienes hacemos el camino, como hoy a Pedro. No podemos tener como parámetro de nuestra vocación la vida de los otros, que pueden servirnos de aliento y ejemplo en ocasiones. Nuestra mirada última en la vida deberá estar puesta en el Señor, que señala e ilumina nuestro camino.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza C.M.
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